Hace ya un par de años que estuve por Holanda, y hoy la echo particularmente de menos. Maastricht en concreto es una ciudad para comer, beber y oler. También es una ciudad para fundirte los billetes que lleves en la cartera si te lo puedes permitir, porque Maastricht es, en general, una ciudad cara. Un paraíso de boutiques de todo tipo, desde las que se especializan en costosas y maravillosas prendas de vestir hasta las que dirigen sus ventas a los amantes de los aceites de oliva especiados, del pan en todas sus versiones imaginables o del chocolate molido y mezclado con diversas proporciones de frutos secos.
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El Huerna.
Subir El Huerna para mí no es algo extraño. Tengo la suerte de poder hacerlo en compañía cada vez que viajo de Asturias hacia La Mancha. La sensación es agridulce, porque atraversarlo en dirección ascendente significa que tengo que dejar atrás mi tierra una vez más. Sin embargo, la visión que se tiene desde el mirador es algo que deja boquiabierto a cualquiera.