Hace ya unos meses que tuve el honor de vivir uno de los días más especiales que he compartido con mi amiga Sandra, y fue el día de su boda. Como algunos sabéis, Sandra se cruzó en mi camino por casualidad, y llegó a convertirse en una de las mayores casualidades de mi vida. Y digo casualidad para que me entendais, porque yo lo llamo de otra manera…causalidad. Todo ocurre o deja de ocurrir por alguna razón. Los más cercanos y los que seguís a través de redes mis aventuras y desventuras, sabréis que en 2014 terminé junto a ella, parisina de nacimiento, en mitad de La Toscana, Italia, visitando a su abuela. Una mujer que había sido vecina de mi propia abuela 40 años atrás en Cangas de Onís, Asturias. En fín, para los más interesados en esa aventura del destino podéis leerla pinchando aquí. Decía que este que voy a mostraros ahora, fue uno de los días más especiales e intensos que he vivido junto a Sandra, y me siento una privilegiada por ello.
Sandra es para mí alguien imprescindible. A lo largo de mi vida, desde bien pequeñita, he tenido muchos amigos y amigas. Unos han pasado fugazmente por mis días dejándome un hermoso recuerdo, otros han estado a mi lado durante varios años y finalmente han tomado un camino diferente al mío que nos ha alejado. Sólo unos pocos han permanecido ahí día tras día, incluso a pesar de las distancias, del tiempo, de las situaciones. Todo es como debería de ser. Pero sí es cierto que a lo largo de mi vida nunca jamás logré ponerle el cartel a nadie de “mejor amigo” o “mejor amiga”. Tengo un puñado de personas que son lo más especial e importante para mí y que son mis mejores compañeros de camino, pero nunca sentí esa certeza de tener a mi lado a una persona que te entendiese tanto y te respetase tanto como para ponerle un título de semejante calibre. Pues con Sandra es diferente. El sentimiento que tengo hacia ella es que es lo más parecido a la mejor amiga que nunca tuve (entiéndase, que tengo muchas y muy buenas), porque además me siento correspondida a cada momento. Por eso vivir junto a ella este día fue tan emotivo para mí. Cuando Sandra y yo comenzamos nuestra amistad, su hija Paola acababa de llegar al mundo. Eran ellas dos, la una con la otra de la mano por la vida, y ví crecer a Paola a largo de estos años. Nunca pude ni podré dejar de admirar a Sandra porque es una mujer que supo lo que quería y cuáles eran sus prioridades, y también confió en que el destino le daría lo que le faltaba en el momento que fuese oportuno. Y ahí llegó Juan, a completar el puzzle que Sandra había imaginado para su vida. Desde ese momento Juan se convirtió en parte de mi vida también, porque lo que es importante para los míos también lo es para mí, y porque no nos engañemos…se hace querer, el manchego. Anda! Otra casualidad! Mira que es hay dónde elegir que mi amiguina va a escoger marido casi al lado de Albacete…
Podría extenderme párrafos y párrafos hablando acerca de esta boda, pero por cuestiones de tiempo y espacio voy a intentar resumir. Fue un placer conectar tan bien con la familia que me quedaba por conocer, y por supuesto con todas aquellas personas con las que ya había tratado en otras ocasiones. Gracias por abrirme de esa manera las puertas de vuestra casa, por las facilidades y las comodidades, por las atenciones. Gente llana, sencilla, cálida y divertidísima, sólo puedo agradecer haber estado presente en una boda tan íntima. No puedo dejar de mencionar a Julia, por crear ese espacio tan mágico que fue escenario de la ceremonia. Una mujer con unas manos absolutamente asombrosas, tejedora de atrapasueños, tuvo en cuenta cada detalle. Asturias y Las Pedroñeras estuvieron presentes en forma de espigas, de ajos, de manzanas, de palabras. Su magia consiguió incluso traer al presente un pasado hermoso e insustituible, remover sentimientos y hacerlos florecer. Gracias por tanto y tan bonito.
Y con esto me despido, hacía mucho tiempo que no actualizaba la web…Intentaré que no vuelva a pasar tanto tiempo para una próxima entrada! Buenos días!!! =)