Hace mucho tiempo que os debo una entrada en la web. Estos meses han sido especiales, aún no puedo contaros nada pero espero poder hacerlo en algo más de un mes, y entenderéis por qué llevo tanto tiempo ausente. Hoy me he obligado a mover un poco esto, que está muy parado, y haceros un resumen de mi paso por una ciudad que me dejó con la boca abierta. En enero hicimos una escapada de una semana por Cataluña, y aprovechando la cercanía decidimos cruzar la frontera y conocer un poquito las tierras cátaras. Me voy a centrar en la primera parada, donde hicimos dos noches en un apartamento maravilloso propiedad de Gael, una anfitriona maravillosa que además hablaba español, lo que nos facilitó mucho la comunicación. Solícita y muy sonriente, gracias a ella nuestra estancia fue estupenda.
Visitamos Perpignan de casualidad, porque nuestro destino era otro, pero en el último momento contamos con un par de días más para hacer ruta y decidimos aprovechar para conocer más lugares…y finalmente Perpignan fue el lugar elegido. Jamás imaginé que me iba a gustar tantísimo.
Perpignan es una ciudad al sur de Francia, situada en la región de Languedoc-Pirineos. Hasta mediados del siglo XVII perteneció a España, y desde hace unos años se hace llamar Perpinyá La Catalana. Fue refugio de gran número de exiliados republicanos españoles tras la Guerra Civil Española.
Es asombroso verse sumergida de repente en una ciudad repleta de color. He conocido muchas ciudades coloristas, pero tengo que reconocer que lo de Perpignan es a lo bestia. El centro de Perpignan es puro color, cada fachada, cada ventana, cada puerta. Los contrastes son abrumadores y llenan de luz las calles incluso en días oscuros. Es alegría. Existe una gran parte de población inmigrante en perpignan, lo que enriquece esa sensación de color y vida, se respira una mezcla cultural importante, que se fusiona con la historia que reparten sus calles y sus edificios. La Place de la Revolution Française fue sin duda uno de los rincones que me robaron el corazón, junto con la Carrer Paratilla, donde se funden terrazas de pequeños y coloristas bares con puestos de mercado donde comprar quesos de mil tipos, vinos, pollos asados, frutas y verduras.
Vale la pena hacer una parada en esta ciudad si pasáis por Tierras Cátaras. Un paseo por su canal, una visita al Castillet, o simplemente perderse por sus estrechas calles hasta llegar a la Place de la République. Recomendadísimo. Os dejo con una muestra para animaros a hacer una escapadina. FELIZ FIN DE SEMANA!