Octubre: Explosión de color.

Os prometí una entrada de puro otoño, de colores intensos, de sabor y sonido a montaña. Pues aquí está, y por mucho que os lo explique no conseguiré transmitiros lo feliz que fui ese único día que reservé para escaparme a Ponga. Un bocadillo de cecina, cámara en mano, y el mejor compañero del mundo, que por verme reir hace lo que sea. Y todo comenzó con un espectacular amanecer que me hizo levantarme como si tuviese un resorte al iluminar toda la habitación de color naranja =)

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En nuestras visitas expréss a mi tierra es difícil exprimir el tiempo. Siempre queremos repartirnos entre familia, amigos y además sacar un ratito para perdernos los dos en busca de imágenes. En Octubre lo conseguimos. A pesar de la predicción meteorológica que auguraba el diluvio universal para cuatro días seguidos, hizo un sol maravilloso de esos que hacen brillar los colores, así que nos dirigimos a Ponga, con la intención de visitar San Juan de Beleño. Sin embargo, cuando paramos a comprar un bocadillo de cecina para zampárnoslo con unas buenas vistas, nos encontramos a un amiguete que nos hizo variar nuestro rumbo a una zona que no teníamos controlada. Muchísimas gracias desde aquí por las indicaciones! El descubrimiento nos dejó con la boca abierta. El nuevo destino eran los pueblos de Casielles y Viboli, situados sobre Los Beyos, un desfiladero perteneciente a los Picos de Europa en el que el Río Sella atraviesa como un cuchillo 20 kilómetros de roca caliza, partiéndola por la mitad. El resultado es una carretera estrecha y llena de mágicas curvas entre dos paredes de roca de más de 1000 metros de altitud desde el río.
Llegamos a Casielles y tras quemar un rato el obturador de la cámara, nos metimos entre pecho y espalda el bocadillo de cecina, y dejando el coche aparcado junto a la iglesia, comenzamos a caminar por una de las pistas forestales que pasan bajo el cementerio. Primero una, y luego la otra. Primero la que iba cuesta abajo, y luego la que iba cuesta arriba, que hay que calentar para no lesionarse. La pista que va cuesta abajo es sencilla porque está asfaltada en su mayor parte, pero la que sube es algo más dura. Tiene bastante desnivel y está sin asfaltar, ademas de estar rodeada de cotoyas, pero las vistas son mucho mejores. Así que recomiendo ambas sin ningún tipo de duda, cada uno dentro de sus posibilidades.
A la vuelta nos desviamos hacia Viboli, por esa carretera en la que la roca te envuelve. Otra explosión de color rodea cada casa, las vacas pacían felices sin más sonido que el ladrido del perro y el agua del río (vale, y el obturador de mi cámara), oliendo la leña, a manzana, a setas, a castañas. Puro otoño. Pura naturaleza. Pura vida…

Como última parada, nos acercamos a la entrada del Bosque de Peloño, pero la luz comenzaba a desaparecer y los pies nos dolían. Por el pronóstico del tiempo no teníamos pensada esta escapada, y no teníamos calzado adecuado, así que terminé con los pies hechos papilla. A partir de ahora tendré unas botas de montaña de emergencia en Asturias ;) Me quedé con las ganas de llevarme unas poquitas imágenes más, pues Peloño es brutal de guapo. Cuando tenga ocasión volveré y os traeré un poquito para que lo conozcais.

Ponga siempre es una buena opción, y más en otoño. Aún estais a tiempo si corréis un poco, en un par de semanas me temo que los árboles se queden ya sin su abrigo de fuego para dar paso al invierno, así que corred! Llenar los pulmones de naturaleza es salud y vida, así que no lo dudéis. A mí me llena de felicidad….

Nada más! Me despido hasta la próxima entrada, buscad ruta para el fín de semana, abrigaos y a darle al zapato….que tanto en Asturias como en La Mancha hay lugares donde llenarse de otoño hasta la médula! Buenos días! =D

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