A veces las locuras pueden plasmarse visualmente. Y yo soy muy fan de estas cosas…Por eso disfruto tanto cuando alguien me cuenta que le gustaría hacer esto, o aquello, es la chispa perfecta para la mecha de mi imaginación, tan dispuesta siempre a crear mundos oníricos que podamos vivir al menos durante un rato. Otras veces soy yo misma la que empieza a darle vueltas a una idea, y a crear situaciones en mi cabeza que no tienen otro futuro que no sea el de nacer, el de volverse reales, aunque sea también durante un rato. Por eso es tan importante rodearse de personas dispuesta a implicarse en lo que sea, de tirarse de cabeza a un campo tan cargado de amapolas que no vea sus propios pies al pisar, de crear una fiesta de no cumpleaños para un único asistente, de volverse reina de los viñedos sin comerse ni una sola uva. De crear situaciones así, como estas.
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Raúl y Mónica: Primavera en el corazón
Antes de publicar esta entrada pensé en varias opciones para ponerle un título. Todo se me quedaba pequeño para expresar en pocas palabras este puñado de fotos. Finalmente encontré el símil entre la explosión de color que estamos viviendo ahora mismo en La Mancha y esa cosa evidente que flota entre Raúl y Mónica y que no es otra cosa que amor. Y del amor de verdad, de ese que acelera el corazón y que hace que te brillen los ojos sin querer, de ese que te hace perder los miedos y la vergüenza, de ese que te hace reir a carcajadas…sólo pueden salir cosas como esta.
Los colores de Cuenca
Cuenca es una ciudad que descubrí hace poco tiempo. Tenía pendiente hacerle una visita, recorrer sus calles y descubrirla sin prisa, y la verdad es que me quedé con ganas de más. Es famosa por sus Casas Colgadas, pero tiene algo que personalmente me maravilla, y es el color de sus calles.
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Otoño.
Los que me conoceis bien sabeis que el otoño es para mí una estación especial. Es una época en la que queda lo básico, y todo el esplendor del verano se va. Se cae poco a poco y cubre el suelo que pisamos de colores. Todo se despide, se destruye para volver a empezar. Pero se destruye con elegancia, desnudándose poco a poco y dejando visible un armazón básico, sin máscaras, sin caretas. Sin vestidos de gala ni maquillajes. Una belleza más pura, más simple.
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